Dl., 26/11/2018 - 03:00

“No es pot violar la democràcia en nom de la democràcia”, sosté Cercas

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Redacció / Foto: M. Ballestà

L'autor de 'Soldados de Salamina' recrimina als polítics independentistes que no hagin assumit l’abast dels fets del 6 i 7 de setembre del 2017.

No va tenir pèls a la llengua, Javier Cercas, dissabte al Consell General. L’autor de Soldados de Salamina, El impostor, Anatomía de un instante i El monarca de las sombras –recentíssim premi André Malraux de literatura– va desfilar pel cicle Conferències sobre la democràcia organitzat amb motiu del 25è aniversari de la Constitució i va deixar anar unes quantes reflexions que no conviden precisament a l’optimisme.

La primera té a veure amb la mateixa essència de la democràcia, greument ferida –opina el novel·lista gironí– per l’onada de “nacionalpopulisme” a què assistim estupefactes a Europa i als EUA, i amb el cas extrem d’Hongria, “que no podem considerar que, ara mateix, sigui una democràcia”. El defineix com “una màscara postmoderna i no tan letal –de moment– com els totalitarismes dels anys 30”, i adverteix que a cada país es manifesta amb els seus matisos: als EUA, amb Trump; a la Gran Bretanya, amb el Brexit; a Itàlia, amb Salvini, i a Espanya... amb l’independetisme català: “Estem cometent errors de manual, que ja vam cometre als anys 30: tornen els nacionalismes, els líders carismàtics, les solucions màgiques a problemes complexíssims, la rebel·lió contra les elits i el menyspreu de les institucions”.

Per exemple? La convicció que la democràcia és “votar i prou”: “No oblidem mai que Franco va convocar un referèndum, i Hitler, tres! La democràcia és la separació de poders, l’imperi de la llei, les institucions que es controlen les unes a les altres, i són també les formes. Tot això és elemental, pur Montesquieu, i s’hauria d’explicar a les escoles perquè hi ha qui no ho sap i qui no ho vol entendre. I contra tot això es dirigeixen els nacionalpopulismes i els líders carismàtics.” Una impugnació en tota regla de la fi de la història que preconitzava Fukuyama als anys 90: “Ell proposava que després de la caiguda del mur i la desintegració de l’URSS, la democràcia a Occident era l’única alternativa, que era irreversible. Doncs estava equivocat, com demostra la regressió democràtica a què estem assistint a Hongria, a Polònia i a d’altres països”.

A l’independentisme li va retreure que Torra, Puigdemont i companyia insisteixin que parlen en nom del “poble català”, quan representen en el millor dels casos el 47% dels votants, que hagi manipulat el llenguatge –“un instrument típic de la postveritat”– camuflant primer sota el dret a decidir, que “no vol dir res”, diu, “perquè decidir és transitiu, s’ha de decidir sobre alguna cosa”, i ara sota el dret a l’autodeterminació, el que no és sinó el dret a la secessió, que no reconeix cap Constitució de cap país democràtic, excepte la de San Marino, i que el dret internacional reconeix tan sols en tres casos taxadíssims: violació dels drets humans, estat de guerra i colonització. Dit això, Cercas admet com a hipotètic horitzó una solució a l’estil del Quebec... “en el cas que un 70% dels ciutadans ho demanés de manera clara, inequívoca i continuada, i no en un rampell instigat evidentment per la crisi del 2008 i el 2009: la via canadenca seria en aquest cas la meva solució”.

El que en canvi no pot ser de cap manera una solució acceptable és “violar la democràcia en nom de la democràcia”. I això, sosté, és exactament el que van fer els polítics independentistes els dies 6 i 7 de setembre del 2017 amb l’aprovació de les anomenades lleis de desconnexió: “Derogar l’estatut d’autonomia i violar tant la Constitució com el dret internacional. I lamentablement els polítics independentistes no han admès públicament que allò no es podia fer.” Que Espanya no és realment una democràcia, i que no ha deixat mai de ser “franquista”? “Això és senzillament mentida, i no ho dic jo, sinó la unitat d’intel·ligència de The Economist, que el 2017 col·locava Espanya entre les dinou democràcies plenes que hi ha al món, una qualificació que –per cert– no mereixen ni França, ni Itàlia, ni el Japó, ni els EUA.”

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Comentaris: 3

Comentaris

Escrit per No saben aquel... el Dl., 26/11/2018 - 07:13 Enllaç permanent

Javier Cercas habría podido ser un escritor mejor si hubiera nacido en un país sólido, con una memoria estructurada, que aguantara con un mínimo de solvencia las debilidades de la gente. La velocidad de la luz es una novela impecable, que recuerda a las historias de Philip Roth. Sus libros más famosos, Soldados de Salamina y Anatomia de un instante, desprenden un cierto perfume de oportunismo y propaganda, pero están planteados con gracia y efectividad. La obra que retrata mejor al escritor es El impostor. Como Enric Marco, el hombre que fingió haber sido víctima de los nazis por miedo de ser engullido por la vulgaridad, Cercas ha ido perdiendo el norte tras una idea mal entendida de grandeza. La gente a menudo se pierde por el camino por el que pensaba que se salvaría, pero resulta tragicómico, y es material digno de novela, ver como un autor tan obsesionado por el concepto de memoria y de verdad va quedando devorado por su propia impostura. Si Catalunya hubiera sido un país libre, o si sus padres se hubieran quedado en Extremadura, el talento de Cercas se habría podido alzar sobre unas bases estables. Cuando su estrella empezaba a brillar, el imaginario de la Transición vivía su mejor época. España parecía a punto de devenir una nación acabada y poca gente podía darse cuenta de que un escritor tan vanidoso como Cercas sólo tenía futuro en un país sin catalanes, como el que retrata Trueba en la versión cinematográfica de Soldados de Salamina. Entonces bastaba con ser antipujolista o de izquierdas para marcar distancias con la tradición autoritaria y colonizadora del Estado. En Girona, donde Cercas vivió hasta no hace muchos años, mucha gente le llamaba Xavi y daba por hecho que compartía con el escritor una idea parecida de Catalunya. Aunque de pequeño jugaba a tenis en la hípica militar y vivía en un edificio de funcionarios franquistas, el mundo de Cercas era catalanohablante y sólo el aire de maestro desganado que traslucía en las aulas universitarias dejaba entrever las ganas que tenía de escaparse de ello. Incapaz de agradecer nada a la tierra que lo había educado y, por lo tanto, de percibir la fuerza del país, el independentismo emergió de las profundidades de su mundo como uno de estos monstruos de las películas de terror que te coge por las piernas de imprevisto y te arrastra al fondo de una cueva tétrica. Cercas había construido su obra sobre una idea de memoria ideal para seguir castellanizando Catalunya de forma pacífica y, a medida que la falla nacional se le ha abierto bajo los pies, las palabras se le han convertido en un chicle, con el peligro que eso supone para un escritor. A base de forzar el significado de las palabras para hacer encajar los discursos madrileños con el recuerdo de su vida gerundense, Cercas se ha ido convirtiendo en una caricatura de sus monstruos, que tan bien retratados aparecen en sus libros. Corrompido por el afán de reconocimiento y por el miedo de verse desplazado, como había visto que estaban desplazados los autores en catalán durante tantos años sin mover un dedo por ellos, ha seguido la evolución del diario El País con una obscenidad que ha sorprendido a muchos de sus antiguos amigos y conocidos. El mismo resentimiento que Cercas gastó contra su padre, cuando el franquismo de la familia se convirtió en un problema para su reputación en Catalunya, ahora lo proyecta contra el independentismo, para no perder la fama que sus libros le habían dado en España. Arcadi Espada ya puso en evidencia el relativismo interesado y vanidoso de Cercas en una polémica sonada entre matones. A medida que el discurso madrileño ha perdido ambigüedad, se ha visto hasta qué punto los dos tienen en común el odio a Catalunya, que supongo que es una respuesta incontrolada al dolor existencial que provoca sentirse hijo de una nación artificial, con cuerpo de Frankenstein. A diferencia de Espada, que escribe con una elegancia sobria y afilada de uniforme militar, Cercas ha tirado siempre del colonialismo sentimental que se construyó a finales de la dictadura para vestir de rosa el intento de exterminio lingüístico y político del país. Así, se autocalifica de charnego, aunque sus padres son los dos de fuera, y siempre ha pretendido equipararse a los españoles que llegaron sin nada a Catalunya, aunque su familia pertenecía a la casta provincial y llegó con el apoyo de toda la fuerza del Estado. Incapaz de reconocer que se había equivocado, para reconstruir su discurso sobre una base de realismo, que le habría permitido hacer de puente entre Catalunya y España y profundizar en el concepto de memoria y de verdad, ha preferido apuntarse como un hooligan al bando que parece más fuerte. Aparte de la crisis del imaginario de la Transición, al que su obra lo había apostado todo, Cercas tiene otro problema. El lector ya le conoce los trucos literarios y la defensa la unidad de España parece una manera de sacar réditos rápidos y llamar la atención. Si el falangismo, que tuvo tanto éxito en su familia, utilizó el catolicismo para justificar los crímenes de la dictadura, Cercas intenta ahora utilizar la democracia para negar a los catalanes su nación. Aunque el escritor ha dicho en entrevistas que no se ha acabado de marchar nunca de Extremadura, y que sería extremeño incluso si hablara chino, todavía tenemos que verlo explorar sus orígenes. Parece que Cercas habría deseado crecer en unas circunstancias más claras y como no tiene valor para superarlas con la sola fuerza del talento, da las culpas a Catalunya. En resumen, hace exactamente igual que los políticos procesistas que critica, pero al revés. Arrogante y narcisista, su tendencia a creer que la gente le tiene envidia por su éxito, hace difícil creer que haga ya ninguna otra cosa que no sea autodestruirse mientras reivindica una Europa de izquierdas desde Sant Gervasi, como si fuera Ada Colau.

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Escrit per andresluengo el Dl., 26/11/2018 - 15:34 Enllaç permanent

Molt agraït pel seu comentari, Sr. No saben aquel. I encara se l'hauria agraït més si l'hagués firmat el seu autor, el sempre ponderat Enric Vila, que el va publicar en forma d'article a El Nacional, sempre tan equilibrat, el 15 d'abril passat.

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Escrit per Democracia ? el Dl., 26/11/2018 - 09:28 Enllaç permanent

60.600 mill.€ rescate Banca. 87.000 mill.€ en corrupción al año 80.000 mill.€ anuales no ingresados x fraude fiscal. 64.000 mill.€ robados caja de pensiones. 11.000 mill.€ al año financiación Iglesia Católica. + de 5.000 mill.€ rescate autopistas. + 1. 500 mill. La Castor provocaterremotos. ...Pero no se puede subir el sueldo mínimo a la pobre gente. En España a esto le llaman democracia. I luego dicen que Europa se rie de ella. Mientras tanto, van flamencos por Andorra queriendo dar lecciones de democracia. Patético.